jueves, 12 de octubre de 2017

Chinito

La noche en que sentí que te ibas desfilaron por mi cabeza todos los momentos vividos, del primero al, posiblemente, último, esa noche de viernes.

Fue un día cercano al verano del año 1999. fuimos en el auto con papá. Habíamos  esperado pacientemente el momento del destete. Eras el más gordo y peludo de todos. Y tenías la cara achatada. Por esas características, que me parecieron las más hermosas, te elegí.

Eras un pompón despeinado. Pelos negros que al crecer dieron paso a un pelaje atigrado y sedoso, y que más tarde crecieron tanto que parecías un león.

Te llamé Pepper, porque en esa época había descubierto el mejor disco de la historia. Y así llegaste a casa.

Al otro gato no le caíste nada bien, pero al tiempo, la molestia dio paso a la indiferencia y convivieron así hasta el final.

Durante un tiempo pensamos que eras hembra y tu nombre mutó a Peperina. Otro hito del rock. Pero nuestra ignorancia en materia genital duró hasta que tus atributos se hicieron visibles. Entonces, había que castrarte.

Y después, sencillamente los años pasaron. Muchos. Fuiste el compañero de mil juegos, de ver la tele, de dormir la siesta, de correr por la casa, de bailar, de sacarte fotos, de mimarte, de peinar tu pelo, de contarte confidencias, de ponerte nombres absurdos, de mirarte largo tiempo y apreciar tu grandeza y hermosura.

¡Qué gato grande! Decían todos cuando venían a casa. Porque eras enorme y dejabas que todos te acaricien.

Le dabas paz y belleza a nuestro hogar. Le diste compañía incondicional. Me diste años de quererte y abrazarte y pensar ¿qué será del día que ya no estés? Como si fuese algo que nunca llegaría. Y la vida, aunque pasaron 18 años, hizo que ese día llegue.

Hoy hace cinco días que te marchaste. Como una llamita te apagaste. En ese rinconcito que elegías para descansar, te dormiste para siempre.

Pude decirte adiós, pude decirte gracias. Pude decirte, andá tranquilo, Chino. Nada debes a esta mujer que te adoptó siendo una niña. Esa niña que iba al secundario, esa joven que comenzó una carrera y después otra. Que se enamoró y lloró y se volvió a enamorar. La que se recibió, la que te festejaba los cumpleaños. Esa, también se fue un poco con vos. Algo de mí te llevaste allá donde estés, con la pacha acunándote.


Para mi adorado Pepper Evaristo.
(Hoy no me alcanzan las palabras para consolarme…)