viernes, 30 de diciembre de 2011

Como la marea
Que la luna hace subir
Lento
Así va subiendo
De lejos, de algún centro
Despacio
Pero implacable
La tristeza.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Todos escriben

Todos escriben, todos los blogs caminan, de a poco, hacia el 2012. Y yo acá, encallada, silente y aparte. Será que no quiero esta vez… Será ese el precio de haberse sentido fluir secretamente por todas las pendientes. ¿Por qué todos siguen escribiendo mientras yo me callo? ¿Por qué este blog no quiere llenar con palabras los días que restan de este año? ¿Qué nueva mano me está aprisionando la garganta que no puedo gritar ni siquiera que tengo miedo?
Todos tienen algo que decir, y si no lo tienen, fingen. Yo no puedo.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Lateralidad

No estás en el centro de mis pensamientos
Sino en sus bordes, y fisuras
En su derrame, en su silencio
Filtrándose, espeso, penetrando
Cruzando
Como una estrella fugaz
Permaneciendo
Como el tintineo de dos copas de cristal.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Faro docente

Eternamente alumna,
eternamente sin-luz.
Hoy, caminando,
me enamoré de mi sombra
de la redondez de mis caderas
más reales en la vereda
que en mi propia carne.
Camino al colegio,
no soy profesora,
no soy alumna.
Fui mi sombra,
al menos.

martes, 8 de noviembre de 2011

Bouvard y Pécuchet

Uno podría suponer que la serie de intentos y fracasos se irán sucediendo ad infinitum.
¿Podemos esperar algún tipo de enmienda a la actitud que adoptan los personajes desde la primera línea? Yo creo que no le cabe la palabra fin, le basta con un etcétera.

jueves, 3 de noviembre de 2011

"Y es así como uno se queda.

No es malo. De salir, la vida habría sido más linda y cómoda. Más decorativa. De juguete. Pero, si te quedás, te irás volviendo más real, más parecido a nadie, más en bolas, más tu cruda contextura linda o fea, más como si cavaras en tu propio hueco y te hicieras más cierto, más pastilla amarga sin baño de caramelo, más sin perfume, forro ni vaselina, más de verdad."

Monserrat Álvarez, El divague del rockero melancólico.

viernes, 21 de octubre de 2011

Caníbal

Voy a abrirte la cabeza como un coco.
Quiero meter mi dedo y revolver entre tus sesos…
Siento una electricidad, un cosquilleo mientras busco aquí y allá, entre filamentos y neuronas como estrellas, humores ardientes, fluidos.
¿Qué busco? Quiero algo que lamer y que venga de tu cerebro, algo dulce en las puntas de mis dedos.
Creo que me voy a empachar de tu cabeza. Creo que tu pensamiento tiene un no se qué picante, como una ortiga que me lacera los dedos. Adentro de tu cabeza hay trampas, como si supiera de este hurgamiento intempestivo que hacen mis dedos, como ratoncitos que buscan algo que comer.
Y vos te reís, porque crees que te hago cosquillas.

sábado, 8 de octubre de 2011

Yerma

¿Qué hay en los desiertos? ¿Distancias? ¿Espacios que se pierden sin principio ni fin?
Para mí que el desierto es esto, es blanco. Es el silencio en el interior. Es el mutismo de mi cabeza, es la dureza en el corazón. Es somnolencia. Es la quietud. Ante todo la quietud. Atravesar este desierto, sin brújula, sin horizonte, sin ni siquiera tener una certeza de que en alguna parte, tras una montaña, tras un medano, hay un camino. Una línea que me una a algo, a alguien, a mí.
El desierto se carga de luz, encandila. Siempre hay luz y ni siquiera sobreviene una noche que me rebalse de miedo, de oscuridad. No hay lobos, no hay cuervos. ¿Qué clase de desierto es el que tengo adentro, qué forma de la esterilidad, del cansancio…?

jueves, 29 de septiembre de 2011

La de la luna

Me pregunto si se puede decidir no escribir más. Mirar de reojo un teclado o una lapicera, como si fuera una medialuna: “no, gracias, me estoy cuidando”.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Chinita (Verano del 98’- 24 de Septiembre de 2011)



No van a haber mas navidades ni años nuevos que te asusten , no juega Boca tampoco allá donde estás, porque los gritos de gol siempre te dieron miedo, no te va a molestar la Pitu, que justamente ahora no entiende nada y te está buscando, te va a extrañar mucho ella también. No hay más dolor para vos, del que venías sintiendo hace tiempo. Todos los perros van al cielo.

J. C.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Lodazal

Esto es un lodazal. Y aquí estamos vos y yo, hundiéndonos confundidos, sin hacer pie, apenas moviéndonos en una viscosidad que se nos pega a los ojos, a las comisuras de los labios, apenas nos deja mover las piernas. Arañar una orilla es en vano, no hay bordes, se desvanece todo intento de salir corriendo. Sólo miramos hacia arriba, hacia un cielo blanco, de inminencia y falsa neutralidad.
¿Cómo hemos caído en este lodazal? Es que acaso no lo vimos o se nos fue ablandando el suelo y no nos dimos cuenta.
Somos inmundos.
Ni siquiera ángeles caídos.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Para mi amigo querido

Me llega tu tristeza desde algún lado. Llega con la fuerza de lo que está ausente y se trae con el pensamiento. Me llega, por ejemplo, un día hace diez años, cuando supe que aquello que había quedado dormido en mi voz, dormiría por siempre. Ojalá no te haya quedado gravitando ningún abrazo por dar, ojalá hayas llevado todas tus tardes de niño prendido a los ojos, ojalá las hayas dejado, corriendo, flotando, por siempre, en su sueño.

martes, 13 de septiembre de 2011

¿Dónde nos encontramos?

No nos encontremos en el cine. No. Encontrémonos –acordáte- cuando yo levante la vista agradecida de que no olvidaste este pedacito de mujer en un banco circular.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Heavy

¿Qué digo? ¿Qué te digo? ¿Qué decís? ¿Te escuchás lo que decís? ¿Podrías decirme de qué color son las palabras que decís? ¿Azules, rojas, negras? ¿De qué color tengo los ojos? ¿Podrías describir mi iris? ¿Podrías? ¿Podrás repetir lo que dijiste? ¿No bañaremos en algún otro río? ¿O nos secaremos y nos sacaremos de a poco, en el viento, en algo? ¿She´s so?

martes, 23 de agosto de 2011

Mío Cid

Mío.
Muy.
Adentro.
Mio Cid.
Mio.
Sed.
Mio sed.
Mio Cardio.
Mío cándido.
Candado.
Mio.
Mi.
O…

jueves, 11 de agosto de 2011

Querido lector

La vi desde la calle. Estaba sentada en un bar. El pelo descuidadamente recogido en una cola de caballo. Un mechón le cruzaba la cara. No me impedía, sin embargo, verle la expresión concentrada. Escribía algo mientras comía un tostado. Era observada por varias personas sentadas en otras mesas, y lo sabía; ese pequeño ademán de acomodarse el pelo detrás de la oreja, y el vaivén de su aro.
Afuera había sol, pero hacía mucho frío. Quise, entonces, engrosar el número de parroquianos que la observaban. Y entré. Me senté en diagonal, no muy lejos, de cara a su mesa. Ella no registró el abrir de la puerta. Escribía despacio; de lejos, su trazo parecían ondas. Yo ya estaba fascinado, pero me dominaba bastante.
Vi que los demás se aburrieron del espectáculo de la mujer escritora, volvieron a su café, o pagaron y se marcharon. Decidí acercarme.
Permanecí de pie en el flanco de la mesa y esperé un momento que terminara de escribir. Pero hice sombra con mi cuerpo sobre su cuaderno cuadriculado, y levantó la vista.
- Ya ordené – me dijo. Creyó que era el mozo.
Me sonreí.
- No, disculpe, me confunde. Acabo de entrar. ¿Puedo? – le pregunté, haciendo el ademán de sentarme en una silla frente a ella.
- Como quiera. Pero vea que estoy trabajando.
- No la voy a interrumpir.
Me senté. Ella escribió un poco más. La observaba, después comencé a mirar hacia la calle.
Suspiró. Y abandonó la lapicera.
- Bueno, ya me interrumpió, no creo que vuelva a concentrarme – dijo mirándome. No sé si era un reproche.
- No es un reproche – me consoló – si quisiera soledad, me quedaría en mi casa.
Llamé al mozo, le pedí un café para mí; ella pidió un helado.
- ¿Qué escribías? – le pregunté desvergonzadamente.
- ¿Te interesa?
- Sí.
Se rió. Tenía la risa grave, como si estuviera viniendo del pasado, y a través de un cable engomado. Tomó un bolso que tenía sobre la silla, a su lado. La abrió y sacó de él uno, dos, tres, siete ejemplares. Todos iguales. Tomó uno con las dos manos, mostrándome la portada: un nombre de mujer y debajo, un título.
- ¿Quiere que se lo dedique? – no esperó mi respuesta - Dígame su nombre.
Se lo dije.
- No saqué muchos ejemplares. Pero sacando los que compraron familiares y
amigos, no vendí ni uno. Los compré todos yo y los llevo siempre en el auto. Tome – me dijo, alcanzándome el libro.
- Gracias, muy amable.
- Es una tarjeta de presentación que casi me funde…
- Pero está escribiendo otro libro…
- Sí, soy obstinada, no aprendo de mis errores. Sigo escribiendo incluso sobre el
mismo tema que antes no funcionó.
- Como todos los escritores.
- Y también tengo un gato que duerme sobre mis libros.
Nos quedamos callados. Comencé a abrir el libro. Aún no había leído la dedicatoria.
- No – me frenó – léala después, en su casa.
Cerré el libro y lo dejé a un lado, sobre la mesa. Miramos al unísono hacia fuera. Ella empezó a guardar sus cosas.
- Y si me gusta el libro, ¿no podré recomendar a nadie que lo compre? – le
pregunté, queriendo extender la charla y evitar que se fuera tan pronto.
- No creo que le guste – dijo terminante.
No objeté nada.
- Al menos podría hacerle una crítica, ¿tiene alguna dirección de correo electrónico?
- ¿Ah, crítico…? – deslizó aquella palabra con cierta irritación.
- No, sólo me interesé por usted, por su escritura.
- ¿Por mí o por mi escritura? – me preguntó, mientras anotaba su correo electrónico en una servilleta. – Igual, es más fácil que me vuelva a encontrar acá mismo, sentada. No suelo usar la pc.
Tomé la servilleta. La guardé en mi billetera. No sabía como responder a la disyuntiva que me planteó.
- No suelo venir por esta zona. No creo que vuelva a este bar.
- Qué lástima, yo nunca voy a otro bar, no salgo de esta zona. Pero si lo que le interesa es mi escritura, eso no tiene importancia.
Me quedé mirándola.
El mozo trajo su helado en una copita muy graciosa, tenía dos obleas incrustadas. Sacó una y me la ofreció:
- Para acompañar su café – dijo.
Lo acepté. Ella tomó la otra oblea y comenzó a usarla como cucharita.
Tomé mi café bastante más rápido que lo que ella tomaba su helado.
Me moría de ganas de… leerla. No podía seguir allí, hablándole, sin antes hojear el libro que me había regalado. Pensé en ir al baño. Me pareció una treta burda, un sacrilegio.
- Bueno, me voy – dijo, súbitamente.
- ¿Se va?
- Sí, ¿no escuchó? Así puede comenzar a leer mi libro.
De alguna forma, eso era lo que estaba esperando, pero… no quería que ella se fuera.
Sin embargo, tomó su bolso y se marchó.
La vi cruzar la calle. La miré hasta que se perdió. Yo me quedé allí, mirando distraídamente la mesa. El plato donde estaba su tostado, lleno de miguitas, la copita de helado sin terminar, ya medio derretido, un vaso de agua, la tacita de mi café con esa espumita pegada a la loza… y ¿mi libro? O sea ¿su libro?
No estaba. Se lo había llevado.
Me fui sin pagar. Dejé la servilleta con su nombre y su correo sobre el plato con miguitas.

martes, 9 de agosto de 2011

Pepeto en el cajón

La vida debería ser siempre así de simple. Una tarde cálida, aun sin sol, la cercanía de la infancia al alcance de la mano, aroma a chocolate, las puertas abiertas, el aire yendo y viniendo por la casa. Todo está tan quieto y tan precario. Parece que la tarde no fuera, o fuera eterna. No hay dentro de un rato, ni mañana.
A veces entramos en estas raras dimensiones de la vida, sin saber cómo, de improviso. Traicionando lo que somos día a día, lo que el tiempo hizo de nosotros.
Y sólo esperamos que sean las cuatro de la tarde para ver a Los pitufos.

sábado, 6 de agosto de 2011

Nesquik

Me equivoqué. ¡Me equivoqué! Tenía que soltar todo mi despecho así como salía. No tenía que exteriorizarlo en patadas, agarradas de pelos, sopapos a la gente y revoleo de objetos. ¡No! Tenía que contar cómo apenas llegabas al segundo polvo, cómo te importaba más comerte un jorgito de chocolate que acostarte conmigo, que te daba asco comérmela a besos y me lo demostrabas. No tenías el pito chico, bueno, tampoco muy grande, pero la movías como si fueras un portero regando la vereda y barriendo los soretes de perritos departamenteros.
¿Tenía que decir que siempre pensé que eras homosexual? ¿Qué si no me ponía tal o cual cosa no podías excitarte conmigo? Que sólo hablabas de cine, planos y tus guiones pedorros. Sí, fingía. Fingía el placer, fingía que me gustaba lo que escribías, fingía que creía que llegarías a algo, fingía que te creía un hombre y sobre todo, fingía que era feliz. Lo único cierto de tu vida, era esa madre loca, atorranta y vividora que dios te dio. Mi error fue querer salvarte, y haberte preparado un Nesquik.

viernes, 5 de agosto de 2011

Qué no ves

¿Qué no ves? Estoy buscando desesperadamente amor.
No sé darlo de otra manera que no sea a través de mis manos, como si fuera algo que necesitara untarte y como si necesitara que me traspases tu piel, que me transfieras tus entrañas.
¿Qué no ves? Que te busco, que te encuentro, que dibujo lugares para mí y para vos, que corro los muebles para que ubiques tu silla al lado mío, que prendo la radio para que pase alguna canción que podamos cantar juntos.
¿Qué no ves? Que no ves que imploro, que sueño, que corro y recorro las rutas, las calles, las veredas y estaciones.
Todo el tiempo siento que espero, que espero. Un tren. Un auto azul. Un hombre caminando hacia mí.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Sonatine o qué hacen los gansters japoneses en su tiempo libre

1. Estatismo. Cámaras fijas. Diálogos como puñaladas. Tiros y puñaladas cortos, certeros. Violencia súbita y eficiente.


2. Un pinchazo de humor. Un diálogo corto y que nos hace esbozar una sonrisa. De a poco el director nos va dibujando un tapiz distinto, hay pequeñas torsiones en un mismo y fijo plano que mira a otra cosa. De repente aparecemos en otro lugar, en otro clima, en otra sintonía.


3. Desde el comienzo la banda sonora parecía no concordar, una melodía sutil y tintineante cayendo sobre el rostro duro de varios japoneses de traje y piedra.


4. ¿Olvidó cargar gasolina al auto azul?

lunes, 1 de agosto de 2011

No quedó ni el pompón

¿Les conté que me comí a mi propio conejito?
Se llamaba Rabito.
Un día mi tía decidió que era hora de comerlo. Se lo llevó, lo despellejó y lo asó a la parrilla.
“acá está tu conejito”, me dijeron, poniéndome frente a la cara un tenedor con un pedazo de carne blanca en la punta. No me acuerdo si lloré cuando lo tragué. Pero fue el único pedazo de Mr. Bunny que probé - Perdón! ¿Dije Mr. Bunny? No, no. Ese fue otro conejito que comí después. Ja! Y creía que no me había gustado la carne de conejo!.

jueves, 28 de julio de 2011

Tac qui car dia

Línea. Corta. Sube, baja.
Odio, que suba que baje
Blanco de sábana.
Calor lejos.
Aquí, calor, de fuego frío.
De paso de borde de cierre.
De negro de sueño de ojos
De veo y no quiero.
No más, no más. No más.

sábado, 23 de julio de 2011

Siempre le tuve miedo al viento

Siempre le tuve miedo al viento. Y ella es como el viento. Abre la puerta de casa, sin aviso, irrumpe, me tira los adornos de la repisa (no me importa, los levanto), pero me apaga la llamita, la pequeña llamita que coronaba la vela, y que me salvaba de la penumbra.
Con esa llamita yo iba y venía. Iba al patio, le daba de comer al perro. Me hacía el desayuno (cuidaba bien de no poner sal al café o azúcar a la sopa). Me peinaba, me hacía mis dos trenzas con lazos del mismo color. Gracias a esa llamita podía quedarme leyendo hasta altas horas de la noche. En mi habitación simple había sombras, claroscuros, podía ver el sutil movimiento de los insectos (y evitar enredarme en una telita de araña, o mataba impiadosa un mosquito). Esa llamita hasta hacía que mis sueños fueran cálidos, tranquilos. A la mañana, la llamita y el sol por un instante se hermanaban. Yo abría los ojos y me llenaba el espacio de los objetos conocidos y queridos.
Pero ella es como el viento, y apagó mi llamita cuando pasó por aquí, ululando, despótica. Me despeinó las trenzas (no importa, las vuelvo a armar), pero apagó mi llamita, la pequeña llamita que me salvaba de vivir a tientas, perdida en mi propia casa.
¿Dónde dejé mi abrigo? ¿Dónde está el grabador? ¿Cómo leo mis cartas?.
Siempre le tuve tanto miedo al viento…

lunes, 18 de julio de 2011

(anotaciones para un cuento fallido)

Si no estuviera mi nariz de por medio, diría que tengo los ojos pegados a los apuntes. Siento los músculos del cuello contraerse, me siento una tortuga que se niega a meterse en su caparazón. Mi estado de desidia es catastrófico. Tengo el pelo revuelto, ropa vieja, estirada, gastada. Parezco una extensión de la mesa de madera, hoy el mundo me pasa lejos. Las uñas recién pintadas es el único signo de que aún pertenezco al tiempo.

- ¿Qué hacés ahí sentado enfrente mío?
- Vine a distraerte. Te miro las uñas.
- Ahí tenés un libro, para cuando te canses de mirarme. Al final, creo que no me sirvió demasiado.
- ¿Pero te gustó?
- Ah, sí, eso sí. Y además queda muy bien en mi biblioteca.
- ¿Me lo puedo llevar?
- ¡Por supuesto que no!
- ¿Por qué?
- ¿Cómo apareciste de golpe ahí sentado? No le pienso prestar un libro a un fantasma!

Parece que se ofendió…

Flan con dulce de leche y se van todos a la puta que lo parió!

viernes, 15 de julio de 2011

Blanca palidez

No me puede embargar el pecho, y sin embargo…
Una mano me presiona el cuello, siento las venas latir enfurecidas, tratando de desasirse de esa forma de encierro.
Siento que mañana, cuando me mire al espejo, voy a ver unas franjas amoratadas subiéndome hacia el mentón. Le sacaré el maquillaje a mamá y disimularé como pueda las marcas.
Andáte, voláte, no olvides tu campera.
O tu capa: esto es vampirismo puro.

miércoles, 13 de julio de 2011

Para reclamos, presione...

¿Alguna vez pensaste qué pasaría si recibieras una carta de vos misma?
¿Un mail? ¿Un llamado en que reconocieras tu propia voz tras el auricular?
¿Si te dijera ofensas? ¿O cosas que creíste nunca nadie te podría decir? ¿O cosas hermosas? ¿Cosas que nunca nadie te va a decir?
¿Y si ese mensaje o carta ya está en viaje? ¿Y si te persigue por todos tus itinerarios diarios? ¿A través del tren? ¿Del largo camino a casa? ¿Y si nunca termina de dar con vos? ¿A qué correo o compañía telefónica reclamarle las palabras que nunca recibiste?

lunes, 11 de julio de 2011

En una tarde calurosa de principios de enero me encontré por primera vez con el hombre ilustrado...

“Todo está aquí, en mi piel; no hay más que mirar. Pero sobre todo, hay cierto lugar de mi espalda... -El hombre ilustrado se volvió-. ¿Ve? Sobre mi omóplato derecho no hay ningún dibujo. Sólo una mancha de color. (...)Cuando he estado con alguien un rato, ese omóplato se cubre de sombras, y se convierte en un dibujo. Si estoy con una mujer, al cabo de una hora su rostro aparece ahí, en mi espalda, y ella ve toda su vida...”
                                                                                                                                                                                          Ray Bradbury


Tatuado de vos mismo, estás –
Hombre-mapa. Hombre cartografía.
Mis dedos recorriéndote
Piel suave, piel rugosa.
Te quedaste, hombre-piel.
Línea que mi mano sigue,
dibujado, hombre ilustrado
hombre historia de verano que
se duerme en julio.
Suspiro como si te amara,
Viernes 22:30 y suspiro.
Hombre-distancia, hombre-presencia.
Hundido en otras aguas, pescador…
barquero,
que lleva y trae sonrisas y silencios,
nombres de aquí para allá.
Hombre-signo. Hombre-sed. Hombre-nombre.
Tatuado de vos mismo…
Hombre-dibujante:
dibujame un puente.

miércoles, 6 de julio de 2011

Azahares

Este blog nació un día, en que ya no pude guardarme a mí misma y me volqué, como el agua de un vaso rebalsado. Tipeando gota a gota. Nunca indagué demasiado el porqué de su nombre, por qué se llama “masblandaquelagua”, así, con esa contracción, con ese afán de unidad, formando una palabra sola, nueva. Será que intentaba definirme, y me descubrí, ese día, como un naranjo en flor, y así, garabateé ese título, que ya es mío, que ya es esto.

Agua… agua es un elemento tan simple y tan todo. Lo es todo. Blog acuático mi blog.
Nada es casual.

Dice Ismael, el personaje de Moby Dick, que nuestro destino es una extraña mezcla de azar, predeterminación y voluntad. Lo blanco de la ballena, lo que nos pierde, lo que nos hunde. Cada uno elige en qué devenir. Yo devengo más blanda que el agua…


viernes, 1 de julio de 2011

Capítulo LXXIV

¿Así es cuando se termina?
Sólo “fin” y nada más…?
Un epílogo, un “tiempo después”, un reloaded…
Un refrito?
Dicen que segundas partes no son buenas
Volver sobre lo hecho, ¿vale la pena?
Tanta locura, tantos golpes, sangre, batallas,
… qué cansancio…
Pero el viaje termina.
¿Qué importa el principio?
¿Qué tanto más importa el fin?
Hemos viajado.
Y no hemos vuelto iguales.
Vale.

lunes, 20 de junio de 2011

Diálogo imposible con mis dos abuelas

Allí están, sentadas juntas y separadas a la vez, las madres de mis padres.
Aldina me mira, con esa mirada rasgada, profunda, silenciosa. La reconozco, porque la recuerdo: mirando la novela en el pequeño televisor blanco y negro de catorce pulgadas, sobre el mueble de madera (mueble en el que yo buscaba qué leer las tardes en que mi prima no quería jugar más conmigo), sentada sobre su mecedora, o en el patio, pelando un mango. La reconozco digo, y puedo buscarla.
Genitte, en cambio, no me conoce ni yo a ella. Genitte es una estela en el recuerdo de mi padre. Es una profundidad insondable y llena de dolor. Es una sonoridad que apenas intuyo, que se me pierde. Es un rostro en el living, que me mira triste, que parece guardar un secreto, una llave. Pero no me dice nada.
Genitte calla, y Aldina habla, habla y habla. Habla en mí porque habla antes en mi madre. Son las palabras que no digo en público, porque nadie las entendería. Son el código materno. Aldina es matriarcado puro, sangre india, campo, diez hijos y más campo.
¿Qué se hubieran dicho Aldina y Genitte? ¿Qué me hubiese dicho Genitte a mí? ¿Me dirá algo a través de papá, algún día?

martes, 31 de mayo de 2011

El bloque

Hay un bloque. Y está mi mano.
Luego, el bloque es blanco y mi mano sostiene una maza.
El bloque blanco tiene apenas la altura de un pilar de esos que dan a la vereda, sobre el que los gatos miran, somnolientos y enroscados, hacia la calle.
La maza y mi mano están unidas a un cuerpo, el mío. Cómo es, ya sabemos. Quizás, mañana, por ahí se me ocurra describir mis entrañas. Hoy basta con decir que está vestido.
Mi mano aferra firmemente la maza y quiere levantarla. La mano izquierda, desocupada hasta entonces, toma también el mango de la maza. Y así, juntas, inician, con los brazos, un movimiento de elevación y retroceso.
El bloque, blanco, sin gato, liso, quizás. Espera. Expecta.
La maza avanza.
Pego una vez, con todas las fuerzas.
Choco la pared. Impacto. Agujereo. Fisuro. Agrieto.
Golpeo, golpeo. Una. Muchas veces.
El movimiento me enloquece.
El pelo me tapa la cara. El bloque me enfrenta, se burla, me obliga a descentrarme, a moverme con rabia.
Jadeante, sudorosa. Golpeo.
La maza resbala de mi mano y cae sobre mi pie derecho.
Grito.
Pego mi espalda al bloque y me largo a llorar.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Escribir

Escribir aunque no se tengan ganas.
Me cago en la inspiración y en las musas.
Escribir traicionando
Al amor, al odio, al miedo, a la angustia, a la alegría, al arte.
Escribir mientras se mira a Rial hablar de un feto muerto.
Escribir en la pared descascarada de la cocina
Con tinta de calamar, o con vapor de olla de guiso.
Escribir mirando al gato arrancarse a dentelladas los mechones
Escuchando la calle y la tarde mustia del barrio.
Traicionar.
Escribir.

lunes, 23 de mayo de 2011

Que fluya

Que fluya, como el río que no pregunta hacia dónde va, hacia dónde es que se arrastra inexorable, necesario, secreto. Va comiéndose lentamente los costados, como alisando una superficie, y va levantando también, del fondo, de adentro, algas, que aparecen y subrayan, que bogan y se adhieren y se fijan.
Yo, mis ojos, miran el río. Miro el tiempo en su cauce, alegre, vivo, corriendo siempre. Tu mano en la mía. Las algas que suben, que van – juntas, un poco.

Y también miro la lluvia. Y los charcos: no río.

lunes, 9 de mayo de 2011

La fantasma

Empezar a escribir cartas que nunca voy mandar, es un mal síntoma.
Significa que te empiezo a tener miedo, que empiezo a tenerle miedo a lo que siento y a lo que no sientas.
Empezar a escribirte una carta es empezar a despedirme, abrir una brecha que ya no se puede cerrar. Porque de esa brecha sale un fantasma: ahora va a estar conmigo, donde quiera que vaya. Y va a escupir su susurrante letanía una y otra vez sobre mis oídos, y va a mirarme las manos, como un padre que no quiere que su hijo se toque, va a mirarme cada vez que intente hablarte, y con sus ojos acuosos, de fantasma, de vacío, va a sancionarme, por estar pensando en cosas sucias, por empezar a portarme, tan, tan mal (y frente a las visitas…!).

No existen cartas que no sean de amor.

sábado, 30 de abril de 2011

Extraña forma

Por qué razón frente a esa panadería siempre surge el mismo pensamiento. La misma lógica, el mismo lento proceder de escalón en escalón hacia la misma constelación de ideas. Por qué esa forma de la repetición disparándose en mi cabeza ante ese cartel, ante esa vidriera adornada de medialunas y vigilantes. Si al menos sirviera para algo. Pero el pensamiento va, baldosa a baldosa, exacto, predeterminado e inútil.
Por suerte, al llegar a la ruta se detiene. Como si se tratara de una lógica barrial, como si temiese a lo que está más allá de sus límites.

sábado, 23 de abril de 2011

Bajo el agua

Te estoy buscando hoy.
Mirando a través del agua, intento ver tu rostro.
Pero sólo veo mi cara tonta de buscarte.
Si pongo mi mano en el agua, me hace gracia que mis dedos parezcan algas que se mueven.
Quisiera tocar algo menos escurridizo que este líquido, cosquillear con mis dedos tu hombro izquierdo. Ver tus lunares, moviéndose como pececitos, bajo las sábanas.

viernes, 15 de abril de 2011

Balbuceo

No puedo tejerte palabras como una bufanda, porque las palabras sólo sé pronunciarlas, y en mi boca nunca suenan como un arrullo, sino como una pedrada. Y en el sueño, en el caos, te protegí, te rodeé con mis palabras y con mis brazos, te arrullé como a un niñito. Imposible recuperar lo que dije, sin tener la intuición de una madre que consuela sin palabras, con un balbuceo simple y acogedor.
Pero no puedo ser tu mamá, porque el destino determinó que yo sea tu hija, y que medie entre nosotros la incomunicación.
Sin embargo hoy, mientras leía y tomaba un mate en la cocina, pasaste a mi lado y me acariciaste la cabeza con palabras tiernas. Tampoco entonces tuve palabras para esa dicha.

viernes, 25 de marzo de 2011

Por un tiempo

Puedo esconderte en mí, por un tiempo. Puedo llevarte, con las palmas hacia el sol y la espalda hacia mi pecho, bajo el aire azul. Puedo dejar que corras un poco hasta ahí nomás, hasta donde mi mirada pueda verte. No te pierdas, no mires hacia el costado, recuerda el nombre de las calles que camino. Puedo darte sombra, calmar tu sed con mi sangre y mis labios. Puedo perder las llaves de tu casa, y tenerte oculto bajo mi cama. Puedo incluso soñarte. Al menos, por un tiempo.

lunes, 14 de marzo de 2011

Re-verso

En el reverso de las hojas
En el reverso de tu boca
En el reverso de la noche,
Quiero estar en el reverso de las cosas.

Ser la alegría de lo sorpresivamente recobrado.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Dejar que se desborde

¿Qué es un delta si no es mi corazón y el tuyo? Islas, recorridos, encuentros en la esquina de las aguas, una línea que sube y otra que baja.
La respiración burbujeante cuando pasa la lancha.
¿Qué es el delta cuando los isleños construyen puentes? Tu boca y la mía. El flujo y el reflujo del deseo, llevando los bordes de la tierra lamida, el río de color indefinido cruzado de remos, que hunden, que avanzan y se alejan.
¿Qué es el delta, sino tus dedos y los míos, recorridos, islas?

domingo, 27 de febrero de 2011

Para que se entienda bien

Voy a escribirlo ahora que todavía estoy lúcida.
Te lo digo así, en tono normal, sin sobresaltos
Sin dramatismos
Pero si querés puedo gritártelo
Lo importantes es
Que lo entiendas: No estoy enamorada.
No estoy enamorada
Sólo…. Sólo….
Es la mente, que baila, que le gusta dar vueltas
Y bailar y bailar
Como borracha.
Se anestesia de dulzuras
Y quiere prodigar un pensamiento suave
De vez en cuando.

viernes, 18 de febrero de 2011

Expectación

¿Por qué un disparo, una flecha
sin blanco?
como quien ama
como de espera.

¿Por qué los poros abiertos, el frío más frío,
la lluvia?

Como si algo.

lunes, 14 de febrero de 2011

lunes, 31 de enero de 2011

L´ecrit

Las ganas de escribir se me confunden con el dolor muscular.
El trabajo intelectual es más físico de lo que yo creía.
El acto de escribir, insume más cuerpo del que imaginaba.
El acto de escribir tensa mi cuerpo.
Arquea el lomo, ciñe la cintura, pliega la pierna derecha.
Bailo, como escribo.
Esporádicamente y como si fuera la letra póstuma.
La muerte del cisne.

sábado, 29 de enero de 2011

Con el cuerpo en la boca

Necesitaba, quizás, esta conciencia de mi cuerpo
Conciencia oscura.
De dolores, y miedo de dolores.
De substancia.
De carne y exorcismo.
Ya el alma flotaba en calma
En una bruma, iba como prendida
Como encantada.
Como dormida, y entonces
Sonámbulo golpe
Me devuelve el cuerpo.

miércoles, 12 de enero de 2011

Un tatuaje en la frente

Así, medio de lejos, parecía la oreja del ratón Mickey. Una esfera oscura tras un mechón como una cortina. La frente como una vidriera. Como una ventana. La frente y sus líneas supurando tinta. Tinta de adentro tatuando la epidermis. No es el ratón Mickey. No son sus orejitas de topo imperialista. Es una mujer. Es su hombro curvilíneo. Es su tapado oscuro cayendo por su espalda, son sus manos apenas asomadas sobre el arco de mis cejas. Es una línea roja. Otra línea negra. Y otra, indescifrable perdiéndose en los umbrales de mi cabellera. Es una cadencia que viaja conmigo, una figura que no se borra. Un para siempre. Un algo siniestro. Un movimiento tras mi pelo y frente a mi carne. Pegada. Imborrable. Como un no – recuerdo.

viernes, 7 de enero de 2011

Marea alta

La marea vuelve a subir
Son las ganas de salir corriendo.

Shh… silencio:
Viene la parálisis, la quietud.

La luna se ve a sí misma reflejada.
Y enloquece.

El mar se vuelve aceite para motores.
No fluye.

Y me anego por dentro.

miércoles, 5 de enero de 2011

En una mañana (Íntimo)

No te cansarás de creer que, al fin
el amor, es así.
Uno más el otro y los dos frente a Dios
con pasión, sin temor.

Porque la vida no da nada que
no puedas conseguir, en una mañana

No te cansarás de creer que, al fin,
el amor, es así.
Una apuesta en que hay que invertir,
todo sin esperar nada

Y si la suerte no acompaña hoy,
veras amanecer otra mañana.
Porque la vida, no da nada que
no puedas conseguir en una mañana.

(Tema de la película Amor en tránsito, de Lucas Blanco)

martes, 4 de enero de 2011

O algo así

Puedo reinventarme a mí misma
O ser Urganda la Desconocida.

No sé qué desierto estoy empezando a morar
Qué máscaras, qué piel.
Si estoy por volver de dónde quién sabe fui
O estoy por partir de dónde nunca debí llegar.

Parece una ventana de tren
Esta ventana por la que miro.
Todo pasa rápido, difuso
Pero sé muy bien qué es cada cosa
Porque pasé por aquí mil veces.
Y seguiré pasando.
Porque hacia allá corre mi sangre,
Como un río, desemboca en cada esquina
Mi sangre afluente de esta gran ciudad.
Bajo el sol, en tu lecho,
En esa esquina del viento.
Hacía allá corre y se esparce en mil vertientes
Capilares,
Y se reconcentra.
Y se muere,
Mi cuerpo,
cuenca arreica.

lunes, 3 de enero de 2011

Año nuevo

Días frescos del verano
Bajo el ventilador y junto a la ventana
La vida parece
Tan simple, tan suave.

De los fuegos artificiales
Ya ni la estela de la pólvora queda.

Quedan las tardes
Vacías
Y listas para llenarse
De todas tus sonrisas.