sábado, 7 de enero de 2017

Dones y castigos

Dice Sor Juana en una de sus famosas cartas, que los dones son a la vez castigos. En su caso el don/castigo es escribir, escribir profanamente, escribir como una monja mexicana del s. XVII no debía escribir. Escribir como una de las mujeres más lúcidas de América.
Mi don y mi castigo es más prosaico y burgués. Es haber conocido el amor y que ese amor no haya sido correspondido más que temporariamente (¿qué amor no está sujeto al paso del tiempo? ¿No lo dice acaso Juana de Azbaje en tantos sonetos: “No murió sino que llegó a su justo término”?).

Cuántas veces me consolé en sus versos, y sin embargo, mi amor no se detuvo cuando la rueda de nuestras alegrías en común cesó.
Seguí caminando con ese amor huérfano a cuestas, siguiéndome y malogrando cada postrero beso, cada urgente abrazo.

Mi don, amarte. Haber conocido la dicha plena del ser y del cuerpo. El tiempo que se detiene, la muerte que no existe. Eso fuiste y estás siendo.

He pensado qué hacer con esta carga mía. Aceptar este amor como un don significa hacer algo con él, dejarlo correr hacia dónde pueda y cómo pueda. Mutarlo en otro vínculo que no te encierre en un amor contrariado e infeliz.

Ya tuve eso, ya sé cómo sufro cuando pienso que no soy tuya, que no sos mío. No somos el uno para el otro y sin embargo mi amor te bendice y extrañas razones te traen a mi puerto inseguro.

Entiendo la finitud de las cosas, entiendo la unicidad de este mundo y no creo en otros.
Esto es lo que el mundo ha puesto en mis manos. Una presencia que no puedo eludir, la tuya.

Creo que hay caminos que podemos transitar juntos, volviendo este castigo un don. Volviendo esta orfandad una inquebrantable lealtad. Dándole un sentido justo y amable a tantas palabras absurdas.

Aquí voy a esperar a que vuelvas a mi puerta. Sin mentiras ni proyectos. Las manos abiertas. Ofrenda simple. Aceptación del don.

jueves, 5 de enero de 2017

Esa flecha que no te atravesó

Reza la zamba de Daniel Toro: “no sé para qué volviste, si ya te empezaba a olvidar…”
La verdad, es que nunca comenzó ese proceso de “empezar a olvidar”. Sepulté, reprimí y alenté diversos sentimientos, que lejos de ayudarme a hacer el duelo de nuestra separación, te mantuvieron siempre presente.

Como la novela de Kawabata, sos lo bello y lo triste en mi vida. Infinitamente bello, infinitamente triste. Trastocás mis días de una manera especial. Nunca pasan desapercibidas tus palabras. Qué decir de tu cuerpo, qué decir de la forma en que te quedás impregnado en mi piel. No hay nada que pueda decirte que ya no lo sepas.

Aunque… A veces pienso que como Jon Snow, no sabés nada.


martes, 3 de enero de 2017

Retorno

¿Qué significa sanarse?
¿Qué significa olvidar y empezar de nuevo?
No lo sé.
Todo el amor que dormía apareció de repente con tu regreso. Se materializó en las piedras, en las sillas, en cada ruido de mis pasos, duro, pesado, ineludible, aterrador como un grito silencioso.

Volver a tu cuerpo amado, otro, pero tan absolutamente reconocible; a tu aroma, a tu aliento. Con qué ganas te besé, te acaricié los cabellos. Con qué tristeza, con que pasión y lástima por este amor tan huérfano.

Siempre lejano y ajeno. Siempre. Tu amor tiene la marca de lo que se aleja siempre cuando más cerca está. Tu amor es evasivo, es un animal que busca y vuelve herido a su madriguera. Es un pájaro que canta de madrugada y vuela.

Las palabras que salieron de tu boca pudieron haber sido las más sinceras que hayas dicho alguna vez, pues nada fuera del deseo te trajo a mi puerta.
Fuimos especiales.
Pero se terminó.
Fui una mujer difícil de olvidar.
Pero se terminó.
Fuiste la ternura de una foto, pero se terminó.
Un viaje, una cama caliente, un regalo entrañable…

Dijiste “mi amor” mientras me tomabas en tus brazos.

¿A quién nombrabas? ¿Qué fantasma, qué errores nombraste mientras me abrazabas?

Hoy voy a volverte a llorar. La lluvia que cae aprueba este llanto y lo acompaña.
Te voy a llorar las lágrimas que guardé en forma de estúpida esperanza, esperando la revelación del sentido oculto de la distancia.

Lo absurdo siempre fue la respuesta.