martes, 31 de mayo de 2011

El bloque

Hay un bloque. Y está mi mano.
Luego, el bloque es blanco y mi mano sostiene una maza.
El bloque blanco tiene apenas la altura de un pilar de esos que dan a la vereda, sobre el que los gatos miran, somnolientos y enroscados, hacia la calle.
La maza y mi mano están unidas a un cuerpo, el mío. Cómo es, ya sabemos. Quizás, mañana, por ahí se me ocurra describir mis entrañas. Hoy basta con decir que está vestido.
Mi mano aferra firmemente la maza y quiere levantarla. La mano izquierda, desocupada hasta entonces, toma también el mango de la maza. Y así, juntas, inician, con los brazos, un movimiento de elevación y retroceso.
El bloque, blanco, sin gato, liso, quizás. Espera. Expecta.
La maza avanza.
Pego una vez, con todas las fuerzas.
Choco la pared. Impacto. Agujereo. Fisuro. Agrieto.
Golpeo, golpeo. Una. Muchas veces.
El movimiento me enloquece.
El pelo me tapa la cara. El bloque me enfrenta, se burla, me obliga a descentrarme, a moverme con rabia.
Jadeante, sudorosa. Golpeo.
La maza resbala de mi mano y cae sobre mi pie derecho.
Grito.
Pego mi espalda al bloque y me largo a llorar.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Escribir

Escribir aunque no se tengan ganas.
Me cago en la inspiración y en las musas.
Escribir traicionando
Al amor, al odio, al miedo, a la angustia, a la alegría, al arte.
Escribir mientras se mira a Rial hablar de un feto muerto.
Escribir en la pared descascarada de la cocina
Con tinta de calamar, o con vapor de olla de guiso.
Escribir mirando al gato arrancarse a dentelladas los mechones
Escuchando la calle y la tarde mustia del barrio.
Traicionar.
Escribir.

lunes, 23 de mayo de 2011

Que fluya

Que fluya, como el río que no pregunta hacia dónde va, hacia dónde es que se arrastra inexorable, necesario, secreto. Va comiéndose lentamente los costados, como alisando una superficie, y va levantando también, del fondo, de adentro, algas, que aparecen y subrayan, que bogan y se adhieren y se fijan.
Yo, mis ojos, miran el río. Miro el tiempo en su cauce, alegre, vivo, corriendo siempre. Tu mano en la mía. Las algas que suben, que van – juntas, un poco.

Y también miro la lluvia. Y los charcos: no río.

lunes, 9 de mayo de 2011

La fantasma

Empezar a escribir cartas que nunca voy mandar, es un mal síntoma.
Significa que te empiezo a tener miedo, que empiezo a tenerle miedo a lo que siento y a lo que no sientas.
Empezar a escribirte una carta es empezar a despedirme, abrir una brecha que ya no se puede cerrar. Porque de esa brecha sale un fantasma: ahora va a estar conmigo, donde quiera que vaya. Y va a escupir su susurrante letanía una y otra vez sobre mis oídos, y va a mirarme las manos, como un padre que no quiere que su hijo se toque, va a mirarme cada vez que intente hablarte, y con sus ojos acuosos, de fantasma, de vacío, va a sancionarme, por estar pensando en cosas sucias, por empezar a portarme, tan, tan mal (y frente a las visitas…!).

No existen cartas que no sean de amor.