viernes, 24 de mayo de 2013

Otoño


El otoño empieza a aparecer con sus colores. Camino cuadras y cuadras sobre veredas cubiertas de hojas y hojitas. Bajo la sombra de los árboles ocres me gusta pensar. Placeres del pobre, placer de una caminante solitaria del conurbano bonaerense. No elaboro grandes pensamientos, anido y anudo recuerdos, circunstancias, palabras que llegan a través del viento. El otoño deshoja los árboles, los va pelando de a poco, arrebolando poéticamente sus hojas. Lento, pero implacable. Suave, pero terminante.
Y todo desciende sobre mi cabeza, y bajo mis pies, terminan descansando. Pisoteo lo que fue cobijo, verde sombra de verano.
Cuando camino bajo tantos árboles siento que me proyecto hacia alguna parte. Siento que se va tejiendo algo bajo mis suelas.
Lo cierto es que de lugar a lugar, de casa al trabajo, del trabajo a casa, hay un espacio intermedio que no es de un lado ni del otro, que es un simple gozo, un pensamiento, una evasión efímera y sutil, rodeada de hojas secas.

jueves, 16 de mayo de 2013

Alto, lejos

Se subió a un árbol y no quiere bajar. Se aleja, me mira desde arriba, con esos ojos redondos y dilatados de los gatos por la noche. Está muy alto, las ramas empiezan a afinarse, a hacerse más frágiles. Es un bultito amarillo en la negrura surcada de ramas. Lo llamo, me mira, pero no baja.
Alguien tiene que traer una escalera, apoyarla en la inestabilidad del tronco y las ramas más gruesas.
Pero no hay caso. No se deja, no quiere bajar. Nos mira, sube y baja por la rama más gruesa.
Ya tenemos frío. No nos movemos, tiene que bajar.
Hasta que mamá se anima y sube por los últimos peldaños de la escalera. Lo agarra con una mano. Empieza a bajar. Yo tengo la escalera, nerviosa.
Por fin, lo baja y lo tomo de sus manos. Ni un ruido, ni una queja.
¿Por qué tan alto?
Le gusta irse por las ramas.