sábado, 25 de diciembre de 2010

Reflexión que no suma nada

He pasado la navidad, no más triste, pero sí más solitaria de mi vida, no sé si es lo mismo. No, no es lo mismo. No tengo a nadie con quien salir a calmar la melancolía navideña. No tengo muchos amigos, los que tengo viven lejos, yo vivo lejos, ni siquiera puedo decir “salgo a caminar por el centro”. Acá no hay centro. Sólo margen. Ni siquiera puedo irme a tomar una cerveza a la esquina. No hay esquinas.
No soy linda, no soy divertida, no soy amiguera, sin embargo, me gusta gustarle a los hombres, salir a divertirme y pasarla bien con amigos.
Será que nací en el lugar equivocado… no sé. Tengo tantas ganas de irme a algún lugar, no sé bien a dónde, pero huir. Ser otra, cambiar. Llegar como desde un plato volador. Empezar de cero una nueva mujer.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Pronóstico 2011

Pronostico un verano insoportable
Sopor, vacío, hastío
Noches de insomnio, de canciones cantadas a nocturnidades azules
Mirando hacia arriba
Mirando a la nada.
Pensando en quien en mí no piensa
Con una o dos frases
Resbalándome por la piel
Y las venas de las manos hinchadas
De sostener un libro
Que no es mío
Pero ya no del todo tuyo.

(Sé que no lees este blog
-no lo podés cargar en tu Kindle-
Si leyeras, ya te hubieses dado cuenta
Que no hay una sola línea
Que no conecte con vos)

Pronostico tormentas eléctricas
y un corte de energía.

domingo, 19 de diciembre de 2010

De sueños delirantes vivo

Anoche tuve un sueño de lo más raro
Soñé que empezabas a ser de esas personas que sólo veo en sueños,
Como mi abuelo, como amigos que fueron, como al gato.
Con toda la potencia de mi imaginación y de mi locura
Con todas las palabras que nunca te dije filtrándoseme por la boca
Más dulces y más ciertas que nunca
Y dichas a un esperpento que no se parece a lo que eres bajo el sol
Pero que se parece a mis miedos.
Has pasado a habitar quién sabe qué extraña corteza de mi cerebro
Por qué raro circuito te inmiscuyes y conectas
Con mi soledad y con mis sueños delirantes.

Dibujé una puerta, la abrí y entré.
Como un ermitaño
Estabas tú.
Como el fauno de la película
Me asustaste,
Pero terminamos siendo amigos.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Y todo a media luz

Por ahí tenés razón
Y todavía hay borra en el fondo de esa taza
No bebas, no te contamines.
Susurrame al oído las cosas que nunca voy a entender
Y no cantes más esa canción.
Avisame cuando te duermas
Y me voy despacito, sin que te des cuenta.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Ves...

Ves, Alma, cómo caes y te despeñas, cómo, aunque pretendas fingir que nada sientes, ruedas hacia aquel que prodiga una palabra tibia, una ventana azul. Ruedas, buscando un camino, que serpentee para allí y para allá. Y en vano, sueñas.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Voy a escribir un poema entre las líneas de este cuaderno.
Voy a escribir una pena y una esperanza en el pequeño espacio que media entre la desesperanza y la indiferencia.
Voy a escribir el recuerdo de una tarde, en el umbral de esta larga noche.
Voy a escribir un fragmento de fuego, y que se consuma este papel mientras lo escribo-

viernes, 12 de noviembre de 2010

Beatle

Qué se puede decir después de haber visto a un beatle. Nada. Ver a un beatle es sentir. Nada más. Sentir en lo más profundo de una un amor y una paz incomparable. Yo cerré los ojos en muchos momentos, porque quería que esa voz me atravesara, se metiera para siempre en mis venas. Arriba un cielo nocturno limpio me invitaba a salir volando. Si existe algo parecido en mí a una fe, a una disposición mística, lo viví allí.
Una ciudad luminosa a lo lejos. Una medialuna amarilla custodiando el templo. El templo beatle en Buenos Aires.

jueves, 4 de noviembre de 2010

In memoriam

El aire se espesa y endurece
Parece que el cielo se ha confabulado
Con nuestros corazones.
Lloramos juntos hoy esta ausencia que ya duele
Porque es tan largo el camino
Y sin tu luz
Andaremos a tientas,
Un paso, dos,
Vacilaremos.
Habrá miedo y angustia
No sabremos.
Vendrá el día y recomenzaremos,
Como si nada.
Pero ha pasado y se notará
Cuando veamos la desazón,
Cuando haya que decidir,
Cuando busquemos la lumbre.
Seamos, entonces, luciérnagas, manos, antenas
Pegadas sobre las paredes
Palpando las grietas.
Seamos la fuente:
Y que abreve en nosotros
La fortaleza.

jueves, 21 de octubre de 2010

Ajedrez

Porque éramos amigos y a ratos, nos
amábamos;
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.

Pusimos un tablero enfrente
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.

Henos aquí hace un siglo, sentados,
meditando encarnizadamente
como dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.

Rosario Castellanos

sábado, 16 de octubre de 2010

Ay, lunita tucumana

Porque me importa, pero…
No, no me importa.
¿Adónde?
Si estás lejos, mejor
Si no te veo, mejor
Si estás más lejos, mejor.
No pregunté
La respuesta a la pregunta que no te hice.
Y esta ahí, en mi buzón.
Yo tratando de leer el Quijote
Yo tratando
Pero llega y me dice algo que no debía
Que no era necesario
Pero no me importa
Mejor seleccionar y eliminar.
Ahora sé que pase a ser una más.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Mañana en el Abasto (o cerca)

Un rayo de sol me dijo al oído que despertara. Había soñado un momento futuro, una vigilia que evocaba este encuentro.
A través de la persiana, un recorte azul del cielo. Había luz, había cielo.
Intenté aspirarlo todo, aspirar la tibieza de tu espalda que reflejaba el día; cada lunar, un paso. Tus hombros, mis veredas.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

sábado, 11 de septiembre de 2010

Fragmento de un largo poema lleno de viejas certezas

(...)

Cómo cuesta, no hay nada más que pueda agregar. Será siempre así. Yo siempre seré la que esté lejos. La falta. El hueco. Una transparencia a tu alrededor que cualquier rostro llena. Una excusa fácil de elucubrar mientras se va caminando a un depto de Barrio Norte. Polvo en un zapato que va perdiéndose por el camino. Un beso, otro beso y la pena se va con el humo. Qué bueno que viniste, acá sí se está calentito. La piel que se basta a sí misma. No hay marcas, no hay fotos, no hay nombre a recordar. No hay nada que me lleve, no hay colectivos para esa dirección. Se está o no se está. Y yo, nunca estoy.

(...)

viernes, 3 de septiembre de 2010

Rewind

Comenzaron a sonar, conocidas
Viejas charlas
El muchacho rubio y el otro (¿portorriqueño? ¿colombiano?)
Intercambiaban palabras
Eran como citas
O como esos viejos discos
Como una fritura
O un refrito
Algo que sabés que te va a caer mal
Pero tenés hambre
Y te lo seguís comiendo.

Salí del aula.
“yo tuve la mejor flor…”

jueves, 26 de agosto de 2010

Autopsicografía

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que llega a fingir que es dolor
el dolor que en verdad siente.

Y los que leen lo que escribe
el dolor leído sienten,
no los dos dolores que él tuvo
sino el que ellos no tienen.

Y así en los raíles gira
divirtiendo a la razón
ese trencito de cuerda
que se llama corazón.

Fernando Pessoa (1930)

domingo, 15 de agosto de 2010

Libro

Sentada en el escalón primero, leía ávidamente su libro recién adquirido. Sus lentes descendían por su lozana nariz a cada instante, lo que la llevaba a levantarlos con su índice de manera sistemática, fastidiando la lectura.
En una de esas distracciones, levantó apenas la vista y descubrió, con sorpresa, un muchacho sentado a pocos metros que la miraba fijamente.
Se quedó unos instantes mirándolo también, hasta que él, con suma naturalidad, le sonrió. Acto seguido, se marchó.
Muy emocionada, la chica intentó volver a su lectura y entonces, vio con gran asombro las letras de las páginas hechas un gran borrón de tinta, ilegibles y apiladas, cual hormigas desorientadas...

* * *

...Y así, el ángel preservó a la muchacha de la lectura de un libro berreta.

martes, 10 de agosto de 2010

Esc

Y de repente empieza a pintar de nuevo el bajón. Para colmo me persigue tu perfume, lo tengo enganchado de la punta del pelo ¿dónde me lo habré pescado?
Por suerte éste es mi territorio, y aunque me desterritorializo (costó escribirlo, es como escribir lingüística en cursiva), mis dedos espacializan mi espacio, y la barra espaciadora hace que cada palabra se distinga de la otra, pero en mi cabeza no hay barra espaciadora que esparza este perfume que me sigue torturando.
Presione Esc para salir.

sábado, 31 de julio de 2010

Mosquita

Alguna vez fuiste una mosquita de verano, rondabas, rondabas, a mi alrededor, buscabas el espacio para posarte en mi nariz, para quedarte un ratito, aletearme tras la oreja, zumbarme, entrelazar tu vuelo en mis dedos.
Y yo te espantaba, te alejaba en un antipático y certero gesto con la palma de mi mano, movía la cabeza, te hacía volar, sólo un poquito, porque siempre volvías a sobrevolar razante, cerca de mí.
Hasta que un día, empecé a observarte, dejé que lentamente te poses, en mi brazo, en los nudillos de las manos, otra vez cerca de mi oreja, en mi mejilla, hasta que cerca de mi nariz me hiciste cosquillas, me reí convulsivamente, y te tragué.

miércoles, 28 de julio de 2010

El lastre vamos a despedir

No es llanto lo que quiero derramar,
es tinta,
chorrearla desde todos mis orificios.
Lo que necesito es vomitar el alma
volcarla a lo grande, por todos lados
de todos lados,
manchar la ciudad con mi gran vómito
espiritual:
las veredas, las plazas, las estaciones de trenes,
y después ¡dormir!
Como los borrachos.

lunes, 26 de julio de 2010

Red On

Este orden anacrónico y estúpido
es un desorden.
Esta pasividad
una revolución, un gran vuelco.
Trastocado mi buen desorden en mal orden
Un orden sin pie ni cabeza,
Dura masa amorfa
Que sólo me ordena:
Quedáte quieta.
Como una dictadura del vacío
un encierro limpio y tecnificado.
Ansío locamente un gran desorden
que lo re-ordene todo.

viernes, 23 de julio de 2010

El rostro en el fondo de las tazas

Un día me di cuenta de que el fondo de las tazas no reflejaba mi cara. Fue de manera casual, mientras sorbía los restos de yogur de mi taza favorita. En un rapto de glotonería la empiné verticalmente, cerrando los ojos para sentir mejor las últimas gotas, y cuando los abrí, en el fondo blanco y lustroso, apareció un rostro distinto del que esperaba, no era el mío.
Primero no me asombré, dejé la taza un poco confusa y espantada, pero no volví a hacer la prueba de encontrar mi reflejo. Dejé la taza en la pileta y me fui a continuar con mis cosas. Era media mañana.
Pasé todo el día ocupada en mis asuntos cotidianos, hasta el atardecer, hora de merendar.
Decidí tomar un café negro.
Tomé una taza amarilla de la alacena, una vieja taza con el asa rota – le faltaba apenas un pedacito- pero que conservaba por cuestiones afectivas.
El café resbaló envuelto en tinieblas aromáticas en el recipiente. Lo aspiré con fruición, me recosté en mi sillón de descanso y comencé a tomar, en pequeños sorbos. Antes ya de vislumbrar el fondo amarillo, entre la negrura del café se perfilaron unos ojos grandes, de finas pestañas, visiblemente distintos a mis pequeños ojos rasgados. Pestañearon.
Separé en un gesto rápido la taza de mi rostro. Decidí que ya estaba satisfecha de café.
Otro día descubrí –tomando té frío en una taza de porcelana- una boca muy sensual, carnosa y lúbrica abrillantada por el color del té.
Dos días después –en una taza ancha, antigua, calada y con manguito artesanal- una naricita respingada al final de un café con leche…
Una mañana, los gallos me despertaron antes que el despertador. Medio dormida, arrastrando las pantuflas, abrí la puerta de la alacena y no encontré más que latas de conserva, platos, viejas jarras de terracota… pero ni una taza. Miré hacia la pileta. Había más de media docena de tazas sucias.
Desde ese día, sólo tomo mate.

miércoles, 21 de julio de 2010

La coja

Eu escrevo e assim me livro de mim e posso descansar
Clarice Lispector.



Soy mala. Merezco que me escupan. Tengo el alma negra.
Tengo un olfato canino, hienesco, desconfiado.
No puedo ver la sinceridad en la personas, sólo el acto interesado, dañino.
Todos quieren quitarme lo que tengo, porque no me lo merezco, por mi condición ambiciosa, por mi necesidad sin límite, porque soy puro deseo y nunca me conformo, nunca me colmo, sólo ansío más y más, y lo que es mío quiero que lo siga siendo, y puedo convertir una caricia en rasguño si me siento amenazada, porque dentro mío habita una fiera: hambrienta, traicionera. Codiciosa, enferma de orgullo y cobardía.
Cualquiera es mi presa, todos lo son. Aquí y ahora podría desangrar a varios, desgarrarlos, sacarlos de mi visión alucinada y temerosa.
Soy un ser despreciable, y por eso, a todo le temo.

domingo, 18 de julio de 2010

Remedo de postal

Y ahora es esta otra imagen
Ese edificio, ni siquiera sé en qué
Calle
Sólo sé que llegábamos
Y yo quedaba allí,
Detenida y absorta,
Hacia arriba
Los ojos hipnotizados.
Miraba, clavada en la vereda
De tu mano,
Algún comentario
Quizás siempre el mismo
Cada vez
Te hacía – “mirá” –
Y seguíamos nuestro rumbo.
En esas cosas te extraño.

sábado, 17 de julio de 2010

…por qué cuando alguien nos ha contado un buen cuento, en seguida empieza como una cosquilla en el estómago y no se está tranquilo hasta entrar en la oficina de al lado y contar a su vez el cuento; recién entonces uno está bien, está contento y puede volverse a su trabajo. Que yo sepa nadie ha explicado esto, de manera que lo mejor es dejarse de pudores y contar, porque al fin y al cabo nadie se averguenza de respirar o de ponerse los zapatos; son cosas, que se hacen, y cuando pasa algo raro, cuando dentro del zapato encontramos una araña o al respirar se siente como un vidrio roto, entonces hay que contar lo que pasa, contarlo a los muchachos de la oficina o al médico. Ay, doctor, cada vez que respiro... Siempre contarlo, siempre quitarse esa cosquilla molesta del estómago.

(de Las babas del diablo, J. Cortazar)

jueves, 15 de julio de 2010

Nuestra amistad es una gran mentira.
Estamos urdiendo un tonto juego de falsa cortesía, de inconfensable engaño, como atisbando a medias el miedo de hundirnos del todo en el olvido del otro. Observamos cautelosamente, vigías de la nada, cómo flotamos, todavía…

miércoles, 14 de julio de 2010

Persecución

El vagón traqueteaba demasiado. El hombre sentado a mi lado leía el periódico. Llevaba sombrero. Un sombrero gris, el ala le sombreaba la cara a la altura de la nariz. Debería de tener muy buena vista para lograr leer, entre la penumbra del vagón – estábamos en el subterráneo, camino a Plaza de Mayo – y la sombra de su sombrero.
Como de costumbre, me incliné apenas para avizorar las buenas nuevas del periódico.
Sección “policiales”. Bingo. Por si faltaba oscuridad: “Acribillada a balazos en el subte. Una mujer fue muerta a tiros ayer por la tarde, mientras viajaba en la línea A del subterráneo. Se presume crimen pasional. El asesino es un hombre de alrededor de 30 años, aparentemente, amante de la víctima”.
No leí más. Demasiada coincidencia de lugares me deja un poco perturbada. Este tipo al lado mío, si quisiera, saca un arma y me mete un tiro entre los ojos, sin que yo pueda hacer nada. Qué pensamientos albergará bajo ese sombrero anacrónico. Por las dudas, me aparto, sólo leo lo que puedo desde mi perspectiva, pero no me asomo más a su diario. La noticia me dio escalofríos. Ahora, en cada estación, veo subir potenciales acribilladores de mujeres, potenciales asesinos, que un día, por despecho, celos u obsesión, suben a un vagón de tren y arremeten contra la mujer amada y odiada, y de yapa, matan a otro más, no previsto (a mí, se entiende, que no cuento en mi haber con dramas pasionales, ni siquiera con una buena historia de amor para contar).
Me levanto y pido permiso para abrirme paso hasta la puerta. Miro al hombre del sombrero, que rápidamente cierra el diario, se pone de pie también y se acerca a la puerta. Baja en Congreso, como yo. Cruzo los molinetes. Veo a mi lado cruzarlos también al hombre, muy apurado. Comienza a subir las escaleras, va ya por la mitad cuando yo recién me dispongo a poner el pie en el primer escalón. A la salida a la calle, ya no lo veo.
Miro mi reloj. He llegado temprano. Quedamos con Javi en ir hoy al cine, como todos los miércoles. Pero sí, he llegado muy temprano (soy ansiosa, odio esperar, y llego temprano a todos lados, lo que aumenta mi ansiedad).
Olvidé presentarles a Javi. Javi es mi novio. Podría decirse, mi ultima adquisición.
Lo conocí en una feria americana. Era el dueño.
La cosa fue más o menos así. Buscando una pollera, entré, al pasar, en uno de estos locales en que se puede encontrar de todo. Al entrar, tras el mostrador vi a un muchacho vestido con un ridículo jardinero de jean. Me pareció espantoso, y me imaginé quitándole esa horrible prenda, y mientras lo imaginaba, me sonrió, y me preguntó: ¿Buscabas algo en especial? Le respondí que buscaba una pollera. “Polleras, detrás del perchero de las camisas”. Me dijo. Fui a ver las polleras, y mientras pasaba las perchas, miraba disimuladamente hacia donde estaba el chico. Me llamaba la atención. Saqué una de las polleras. “¿Me la puedo probar?”. “No tengo probador, linda”, me dijo, “sory”. La llevo igual, le contesté. Le entregué la prenda, la dobló prolijamente, y la puso en una bolsita colorida. Me la entrega, le pago y me voy. Al salir, recibo un golpe que me deja sentada en la vereda.
- ¡Disculpame, por dios! ¿Estás bién? ¿Te lastimé?
Escuché todas estás frases buscando afanosamente la bolsa con la pollera, y la billetera. Cuando las encuentro, aliviada, levanto la vista para decirle a este muchacho que me tira al piso que es un bruto, que cómo va andar así por las veredas, que él me va pagar los remedios si me esguincé… que…
- ¿Flaca, estás bien?? – me volvió a decir, esta vez, mirándome.
Así conocí a Javi. Mi novio. Al mejor estilo cliché de comedia romántica. Me invitó un café y lo demás, nada de otro mundo. Empezamos a vernos, y hoy lo espero, como todos los miércoles, frente al cine. Es el dueño de la tienda, como ya dije. El muchacho de jardinero, es su empleado.
Mientras espero, impaciente, miro a la gente que entra y sale del cine. Ancianos en su mayoría. Abuelas conversadoras, del brazo de sus amigas. Algunos más jóvenes, solos o de a dos. Muchachos desaliñados, chicas con rouge muy rojo en los labios. Más ancianos conversadores. A un costado, yo, mirando cada tanto hacia donde debería de aparecer Javi.
Sigo mirando el ir y venir de las puertas del cine: sale una señora indistinta, de esas que se parecen a todas las señoras. Y detrás sale un hombre.
El hombre era mi abuelo.
Mi abuelo, mi abuelo muerto hace diez años, salió del cine, se ajustó la bufanda bordó, se cerró la campera y comenzó a alejarse caminando despacio, en dirección opuesta al Congreso. Lo veía alejarse cada vez un poquito más. No sabía si comenzar a seguirlo, si llamarlo, si gritar “abuelo” (y que media docena de hombres se vuelvan hacia mí). Javi debería de estar aquí en unos minutos, pero si lo esperaba para pedirle que siguiéramos al abuelo, lo perdería de vista, pues este caminaba lento, pero sin pausa.
Por fin me decidí a seguirlo. Corrí un poco para acercarme, y luego, caminé a pocos metros, tratando de mantener la distancia.
En eso, veo que Javi viene hacia nosotros, al encuentro del abuelo, y mío. Veo que comienza a sonreírme desde lejos. Entonces empiezo a hacerle gestos tontos, trato de decirle que haga como que no me ve, que no abra los brazos a mi encuentro, que no diga mi nombre, no sé como hago, pero logro que Javi, sin entender nada, llegue a mí en absoluta calma.
¿Qué te pasa? ¿Qué tenés?- me pregunta. Lo agarro del brazo y lo obligo a continuar conmigo la persecución.
- Ese hombre, ¿lo ves? Lo estoy siguiendo. ¿Sabés quién es? ¿Lo viste? ¿Lo miraste?
- No, mi amor, ¿quién es? ¿Te hizo algo? ¿Te afanó?- me preguntó, notablemente asustado.
- No, Javi, ¡no! Es mi abuelo ¿no lo reconocés?
- Eh… tu abuelo ya murió y yo no lo conocí. ¿Segura que estás bien?
- Crees que estoy loca- lo miré exaltada. Pero no seguí discutiendo, porque el abuelo se me escapaba. Dobló la esquina.
- Apurate, se va.
- Pará, Rita, qué estás haciendo? Ese hombre no es tu abuelo. – me dijo, tomándome del brazo, intentando detenerme.
- Javi, es mi abuelo. Tengo que saber dónde vive. Quiero saber qué hace viniendo al cine. ¡se supone que está muerto!!! – Le dije, y me eché a llorar. Reaccioné a tiempo, me safé del brazo de Javi y corrí hacia la esquina. Por poco lo pierdo de vista. Dobló nuevamente.
Javi volvió a alcanzarme. Esta vez me tomó de los hombros, tenía los ojos centelleantes de pequeñas lágrimas. Reconoció la posibilidad de que fuese mi abuelo el hombre al que seguíamos:
- Al caminar hacia acá lo vi de frente – me dijo - yo hubiera jurado que era el mío.

lunes, 12 de julio de 2010

Recuerdo de un sueño

Recuerdo puertas, recuerdo noche, recuerdo un camino de barro, luces mojadas y puntiagudas, afiladas a lo lejos. Recuerdo el rumor del tren. Y algo de oro.
Recuerdo yo esperándote. Recuerdo vos apareciendo y no eras el mismo.
Recuerdo yo pegada a tu pecho. Tu palabra caprichosa, mi voz reprimiéndote.
Recuerdo que te pusiste una capa y volaste.
Recuerdo yo en el camino, yéndome.
Recuerdo el frío.