Quisiera
ser un monje perdido en una abadía, en medio de un bosque o una montaña.
Franciscano o budista, lo mismo da.
Saber
que mañana al despuntar el alba, el ruido de la naturaleza va a despertarme. Y
que la tierra, fragante, profunda y misteriosa, espera mis manos para dar sus
frutos.
Imagino
una vida bajo los altos árboles, hablando con el viento, hablando con los
pájaros.
En otro
tiempo habré disfrutado de una paz semejante, para tenerla tan adentro, como un
recuerdo.
Porque
el único futuro que vislumbro me ve pasear sola por caminos silvestres,
recordando una vida que me parecerá haber sido vivida por otra.
Me veo
desnuda y bañada de sol. Carente de miedos. Cubierta de días iguales. Una sola
voz humana, la que susurre en mi cabeza, aquella que tardaré en olvidar. Quizás
la voz de mi madre, o quizás mi propia voz, hablando otro idioma, caduco y
olvidado.
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