Nos debíamos un abrazo grande y prolongado como el que nos dimos. Un pedacito de afecto puro y sin ansiedades. Nos merecíamos una última risa, una broma. Mirarnos con la mirada limpia. Mirarnos de frente y con la ternura que nos estuvo faltando y fallando. Teníamos que recordar por qué nos quisimos a pesar de las distancias.
Todo está perdonado, porque fueron mutuos los errores y los miedos.
Quedamos en paz y siempre habrá un lugar para nuestros alegres días en mi corazón.
Hasta siempre, V.
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