A esta habitación pequeña y austera. A este mundo sencillo y a esta mujer que no sabe nada de tus derroteros y tus maravillas.
Bebo de tus labios el sabor del presente, como una fruta madurada de tiempo largo y paciente. Tejemos nuestra soledad y algunos hilos se nos mezclan, finísimos, delicadamente hermosos.
Amo esta lluvia. Amé quedarme dormida mientras me hablabas anoche. La tormenta y tu voz ya no se distinguen.
Lloro la felicidad del instante vivido y acabado. Siempre es la última vez. Siempre es una despedida.
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