Me hice
una paja pensando en mi traumatólogo.
Hace
meses que no garcho. Este tipo manoseándome huesos, venas, nervios me calentó.
Si lo
pensamos bien, nadie nunca me ha tocado tan íntimamente. Tan delicada y
pacientemente.
El
doctor T cumple con mis parámetros estéticos: es rubio, ojos claros,
espontáneo, cordial.
Me
perturba su presencia a nivel concha, pero me tranquiliza a nivel “cirugía de húmero”. Debe ser eso lo
que me gusta, es un hombre que me tranquiliza, que me da confianza. Eso no me
pasa seguido con los hombres.
El
doctor T sabe de su poder seductor. Lo usa conmigo. Me dice que soy linda (la
primera vez que me vio hacía dos días que una turba de manifestantes me había
pasado por encima), siempre alaba mis ojos y me da prescripciones medicas al
oído. Me roza con su barba y yo me mojo toda.
Para mí
que esos clavos que ahora tengo tienen conexiones directas con mi clítoris. O
son dos clítoris que el doctor T acarició y
dejó dulcemente erguidos en mi brazo izquierdo.