Sentada en el escalón primero, leía ávidamente su libro recién adquirido. Sus lentes descendían por su lozana nariz a cada instante, lo que la llevaba a levantarlos con su índice de manera sistemática, fastidiando la lectura.
En una de esas distracciones, levantó apenas la vista y descubrió, con sorpresa, un muchacho sentado a pocos metros que la miraba fijamente.
Se quedó unos instantes mirándolo también, hasta que él, con suma naturalidad, le sonrió. Acto seguido, se marchó.
Muy emocionada, la chica intentó volver a su lectura y entonces, vio con gran asombro las letras de las páginas hechas un gran borrón de tinta, ilegibles y apiladas, cual hormigas desorientadas...
* * *
...Y así, el ángel preservó a la muchacha de la lectura de un libro berreta.
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ResponderEliminarSi fuese sólo una idea, seguro no lo hubiese escrito. Eso ES.
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