En este momento quisiera un abrazo. Llorar sobre un
hombro, que me abracen fuerte mientras lo hago, mientras lloro a los gritos,
mientras saco de adentro toda mi podredumbre, mientras acepto al ser
despreciable que soy, en el que me he convertido sin saber cómo ni cuándo.
Mi existencia huele mal. Cada nuevo día pienso: ¿y
hoy a quién lastimaré? ¿quién decidirá alejarse hoy de mí? ¿quién relacionará
mi nombre con un capítulo nefasto de su vida?
Aquí estoy sorprendida ante la mugre que destilo.
Supe hace mucho que habitaba una bestia en mí. Ahora
la tengo habitándome completamente, yendo y viniendo por mi sangre, imperando
en mi cabeza y moviendo mis manos. El monstruo que temía y dormitaba, ha
despertado. Tiene mil cabezas, y va escupiendo mil palabras obscenas, mil actos
impúdicos e inmorales.
No debí escucharla, no debí responder a su llamado.
No sé cómo volver a dormirla, cómo deshacerme de ella sin aniquilarme.
Dormimos juntas. Es ella esa presión en el pecho, en
cada bocanada de aire que aspiro, noche a noche.
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