miércoles, 14 de junio de 2017

Áridas costas

Llegan cansados a mí. Con todas las derrotas a cuestas, con las persianas a medio bajar, en la penumbra y rumiando desconfianzas. Rodeados de soledades, con polvo en las manos.
Llegan como quien ha naufragado tanto que cualquier arena es besada indiferentemente, sin entusiasmos, apenas aliviados de saber que han tocado tierra firme y que quizás sólo le espere algún otro infierno terrestre. Sin aventuras, sin grandes desafíos. Una tierra firme, tibia y sin sorpresas… casi añorando la deriva y la borrasca pasadas.
Llegan no queriéndome querer. Dándose cuenta que pueden seguir sin mirar hacia el costado.
Pero llegan y toman algo de mí aunque no quieran. Y tomo algo de ellos. Lo único que tienen para dar: llagas, silencios, fracasos.

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