Empezar a escribir cartas que nunca voy mandar, es un mal síntoma.
Significa que te empiezo a tener miedo, que empiezo a tenerle miedo a lo que siento y a lo que no sientas.
Empezar a escribirte una carta es empezar a despedirme, abrir una brecha que ya no se puede cerrar. Porque de esa brecha sale un fantasma: ahora va a estar conmigo, donde quiera que vaya. Y va a escupir su susurrante letanía una y otra vez sobre mis oídos, y va a mirarme las manos, como un padre que no quiere que su hijo se toque, va a mirarme cada vez que intente hablarte, y con sus ojos acuosos, de fantasma, de vacío, va a sancionarme, por estar pensando en cosas sucias, por empezar a portarme, tan, tan mal (y frente a las visitas…!).
No existen cartas que no sean de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario