Que fluya, como el río que no pregunta hacia dónde va, hacia dónde es que se arrastra inexorable, necesario, secreto. Va comiéndose lentamente los costados, como alisando una superficie, y va levantando también, del fondo, de adentro, algas, que aparecen y subrayan, que bogan y se adhieren y se fijan.
Yo, mis ojos, miran el río. Miro el tiempo en su cauce, alegre, vivo, corriendo siempre. Tu mano en la mía. Las algas que suben, que van – juntas, un poco.
Y también miro la lluvia. Y los charcos: no río.
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