lunes, 20 de agosto de 2012

Erdosain


Al idealista frustrado que se esconde en tu escepticismo.
El idealista que día a día tratás de matar con la indiferencia y el desapego.
Ese, que dice no esperar, pero espera.
Que se niega a sí mismo.
Que me niega.
A ese, le digo:
Para ser un verdadero escéptico habrá que haber amado y esperado a fondo. Y llorado, y gritado en silencio, y maldecido, y amado a todos, a nadie.
Y haber odiado a fondo, la mala suerte, la soledad, el amor que te pasa de refilón, que apenas te toca, que te raya un poco, y que se va.
Haber creído hasta la náusea en las novelas de la tarde.
…Sí. Yo he creído. Yo idealicé al amor como idealicé al mundo entero. Pero mi idealismo tuvo un nombre que fue sagrado e inviolable. Tan grande que ni la realidad pudo vencerlo, ni mancillarlo, ni trocarlo en un objeto más del mundo.
Es la llama, es la cueva, es la chispa que me picanea. Es un camaleón.
Es el pasado, pero es un futuro. Un futuro sin idealismo: sin ausencia.
Hay muchas formas de amar, y una sola forma de no hacerlo.
Tu mayor pasión es la soledad.
La mía, el mundo en el que ya no creo.

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