miércoles, 12 de septiembre de 2012

Incentivo docente

La docencia es un único gran momento de soledad.
Un ruido sordo, voces bajas que no se escuchan.
Es una línea que nunca se cruza.
Una promesa descolorida ya al enunciarse.
Todo caduca un segundo antes de ponerse en marcha: los cuentos, las actividades, los exámenes. Todo pasó antes de cualquier moda.
Pero la soledad nace: en el punto cualquiera de cualquier trayectoria y empieza a lamer y a extenderse, y a ocupar resquicios de tiempo que se vuelven horas, y días, y años enteros.
Al final, desde la otra orilla, miramos atrás y vemos ese hueco, ese augujero docente que se comió nuestras voluntades. Ese gran espacio de soledad, desértico e invisible, que los nuevos de entonces empezarán inocentes, ignorantes, a ocupar.

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