Cada tanto,
como una gota de una canilla mal cerrada, cae, en mi buzón, una carta.
La leo,
quizás la releo. Pero no la respondo.
Cada tanto,
abro, también, cartas que escribí y no mandé.
Como el
souvenir de un viaje a un lugar que ya no voy a volver. Queda eso. Es eso. Un
recordatorio, un sentimiento clavado como un alfiler, para mirarlo y saber que
existió cuando ya se extinga.
Un diálogo
en el vacío. A destiempo. Cartas que no envío ni respondo. Respuestas que no
doy y que no pido.
Pero las
palabras me cruzan y me traspasan. Están ahí. Se empiezan a desperezar como
animal dormido, lentas, pesadas, oscuras. Se remueven. Oigo el murmullo apagado
del fondo del recuerdo que sube, como voluta, a mi oído.
No tiene
caso romper las cartas, no tiene caso no plasmar las palabras. Las palabras
van y vienen, a mi pesar, en la mente,
en el tiempo, a tu buzón.
Un diálogo en el vacío, como cuando lees a los otros y te lees vos en el eco, lees que responden tus dudas existenciales, responden a tu ansiedad. Me gustó mucho ♥
ResponderEliminarEsa es la verdadera virtualidad.
ResponderEliminar