Una vez, cuando tenía cinco años,
le saqué los lentes a mi abuela Clara. Me intrigaba saber cómo veía el mundo,
cómo lo veía a través de esos gruesos cristales que le nublaban los ojos
verdes. Jugué con ellos un buen rato. Los daba vueltas, los miraba, me los
colgaba alrededor del cuello, le abría y cerraba las patitas…
Hasta que me decidí a ponérmelos.
Me quedaban grandes. Mi nariz era muy pequeña y el marco de los anteojos muy
gruesos. Se me caían, me bailaban en la cara. No podía dejarlos puestos y hacer
otra cosa, como hacía la abuela. Tenía que sostenerlos todo el tipo contra mi
cara.
Se veía raro a través de ellos.
El mundo parecía más grande, más acuoso y deforme.
Mamá me vio, de pronto y me dijo:
-
Elina, sacate eso que te va a hacer mal a la vista.
-
Pero la abuela clara la usa, y le hace bien – contesté.
-
La abuela Clara es viejita, y sin eso no ve nada.
Tenía cinco años cuando vi el
mundo como lo veía mi abuela. Grande, acuoso, deforme.
muy lindo. yo también me puse los lentes de mi abuelo una vez. pero ya no tenian vidrio y eran puro marco.
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