¿Qué tendrá el segundo día de
clases de primer grado?
O mejor dicho, ¿qué tipo de
ilusión tiene uno al ingresar por primera vez al mundo escolar? Qué encanto
tiene ese debut en el primer grado de la primaria que hace que podamos
permanecer sentados, asustados, esperando, viendo y sólo al segundo día
explotar en un llanto descontrolado y desconsolado.
Eso me pasó a mí. Lloré en mi
segundo día de clases, y eso también le pasó a mi ahijado.
Recuerdo que el primer día
dibujé un globo rojo. Lo recuerdo como si fuera ayer. Un redondel y una línea
que salía por debajo, nada más. Eso era un globo y ese era el gran dibujo que
tenía para presentarle a mi señorita Ana.
Pero el segundo día, recuerdo
sólo que me quedé en el patio, viendo el irse de mi mamá a casa después de un
beso que para mí fue como un chirlo, porque me dejaba, me estaba abandonando
mientras ella se iba a casa, a lavar la ropa, a limpiar y a hacer las compras…
y no me llevaba con ella. Y me largué a llorar. Y me parecía que era la persona
más desgraciada del mundo, abandonada a mi suerte a dos cuadras de casa.
Puedo entender el llanto de mi
sobrino. Siento que me vuelven a dejar en ese patio entre maestras feas y
compañeros gritones. Le voy a preguntar si en su primer día de clases él
también dibujó un globito.
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