Hay
una parte de mi cerebro que se desacostumbró a funcionar. Porque siempre me he
dicho, convencida, que todo debe fluir, que no importa qué tanto me empeñe o no
en las cosas, que todo sigue un rumbo, extraño e incomprensible. Que sólo tenía
que dejarme llevar.
Por
eso, mandé a esa parte de mi cerebro a unas largas vacaciones. No sabe, no se
acostumbró, no se ejercitó en eso de tomar decisiones, de medir, de sopesar, de arriesgar.
No sabe, siempre dejó que todo fluya. No apuesta, no pierde, no gana, no se queja.
Quizás, deba darle unos pellizcos. Que se despierte, que haga como que es el cerebro de una persona que debe tomar grandes decisiones. Que practique un poco. El muy hijo de puta.
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