No
esperar nada. Realmente no esperar nada. Buscarle la vuelta para que no importe
lo que está, lo que no, lo que promete y no viene. Y es dulce que ya no importe.
Me pone
la columna vertebral como una columna de hierro forjado al rojo vivo.
A
fuerza de doblarme contra el viento, de manotazos, de cerrar los ojos a la
ventisca y al sol del mediodía, me levanto y camino hacia
delante. Precipicio, mar, huella. Lo mismo da.
Veo mis
manos y las amo.
Siento
el aroma de mis axilas recién lavadas y perfumadas.
Aquí
dentro está la tibieza, los pensamientos amargos y dulces, mis canciones
dormidas.
No
esperar nada. Que todo huya, que todo nazca, como flores en la arena.
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