martes, 14 de enero de 2014

La mariposa que se convirtió en gusano y el corderito devenido en lobo


Se decía feliz, alada, libre, majestuosa en su orgullo, colorida, expansiva, revoloteando aquí y allá, tintineante como campanita. Azul, brillante, pequeña, sutil, bonita.
El cordero, en su corral de miedos, blanco, pasivo, querible en su debilidad, en su lejanía, rumiando despacio pensamientos, caminando, pasando, mirando, mimado.
Un rayo, temblor de hojas, temblor de truenos y de tierra. Encuentros y desencuentros, momento de conejos en celo, momento de conejos saltando, pariendo, prolíficos. Llenando la tierra de candores y ternuras. Devenires conejos, devenir bicicletas, devenir viajero con mochila, caminante, caminantes, devenir amigos, devenir simpleza, devenir…
Todo corre, el tiempo es una barca que siempre pasa a horario, el tiempo tiene guardado nuestro asiento desde siempre, pasillo o ventanilla. El tiempo ayuda a subir y bajar escalones, ríos, mundos.
Y el tiempo transforma, es el motor del devenir: como la semilla en árbol, copa, flor y fruto. Otoño, hojas doradas y quebradizas, cenizas.
El tiempo fue quemando las alas de la alada feliz mariposa bonita libre brillante y azul. Pesadas, gastadas, ajadas, descoloridas, opacas y tristes alas. Capullo, tiempo. Gusano. Arrastrado, pegado a la tierra, triste, solitario y final.
Esquiló al cordero el tiempo, sacó ternuras, sacó debilidades. Afiló colmillos, disparó astucias. Puso dos bolas de fuego en lugar de ojos de cordero. Restó amabilidad, sumo fiereza. Bruto, salvaje, metiendo miedo, no era cordero sino lobo. Acechando, saltando sobre un cerco, marchándose en la noche. Aullando, asustando seres pequeñitos como los gusanos.

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