A veces
miro mis fotos como si fuesen las de alguien que murió.
No me
reconozco en ese brillo en los ojos, en la sonrisa, en la inocencia que
expresa, en definitiva, ese rostro frente al porvenir.
Hasta
la forma de tomar los objetos es adorable, es fácil. El gesto aparece como algo
espontáneo. Era yo. Era una chica que nunca supo lo grandiosa que era.
¿Dónde
te metiste, Patricia? ¿Será que nunca más vas a volver?
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