lunes, 18 de julio de 2011

(anotaciones para un cuento fallido)

Si no estuviera mi nariz de por medio, diría que tengo los ojos pegados a los apuntes. Siento los músculos del cuello contraerse, me siento una tortuga que se niega a meterse en su caparazón. Mi estado de desidia es catastrófico. Tengo el pelo revuelto, ropa vieja, estirada, gastada. Parezco una extensión de la mesa de madera, hoy el mundo me pasa lejos. Las uñas recién pintadas es el único signo de que aún pertenezco al tiempo.

- ¿Qué hacés ahí sentado enfrente mío?
- Vine a distraerte. Te miro las uñas.
- Ahí tenés un libro, para cuando te canses de mirarme. Al final, creo que no me sirvió demasiado.
- ¿Pero te gustó?
- Ah, sí, eso sí. Y además queda muy bien en mi biblioteca.
- ¿Me lo puedo llevar?
- ¡Por supuesto que no!
- ¿Por qué?
- ¿Cómo apareciste de golpe ahí sentado? No le pienso prestar un libro a un fantasma!

Parece que se ofendió…

Flan con dulce de leche y se van todos a la puta que lo parió!

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