sábado, 6 de agosto de 2011

Nesquik

Me equivoqué. ¡Me equivoqué! Tenía que soltar todo mi despecho así como salía. No tenía que exteriorizarlo en patadas, agarradas de pelos, sopapos a la gente y revoleo de objetos. ¡No! Tenía que contar cómo apenas llegabas al segundo polvo, cómo te importaba más comerte un jorgito de chocolate que acostarte conmigo, que te daba asco comérmela a besos y me lo demostrabas. No tenías el pito chico, bueno, tampoco muy grande, pero la movías como si fueras un portero regando la vereda y barriendo los soretes de perritos departamenteros.
¿Tenía que decir que siempre pensé que eras homosexual? ¿Qué si no me ponía tal o cual cosa no podías excitarte conmigo? Que sólo hablabas de cine, planos y tus guiones pedorros. Sí, fingía. Fingía el placer, fingía que me gustaba lo que escribías, fingía que creía que llegarías a algo, fingía que te creía un hombre y sobre todo, fingía que era feliz. Lo único cierto de tu vida, era esa madre loca, atorranta y vividora que dios te dio. Mi error fue querer salvarte, y haberte preparado un Nesquik.

2 comentarios:

  1. Sabes que hay algo en la forma en que escribís que siempre me queda dando vueltas en la cabeza y después de un tiempo de expande como las ondas que forman las piedras que tiramos al agua. Hay un excedente, un resto que no puedo explicarme automáticamente y que me hace olvidar la "anécdota" de la escritura que sabes que (como moralista de mierda que soy) mucho no apruebo. Gracias por la patada que me diste en la semana, yo te seguiré pateando porque sos mi amiga, pero sobre todas las cosas, porque me gusta cómo escribís.

    ResponderEliminar