martes, 9 de agosto de 2011

Pepeto en el cajón

La vida debería ser siempre así de simple. Una tarde cálida, aun sin sol, la cercanía de la infancia al alcance de la mano, aroma a chocolate, las puertas abiertas, el aire yendo y viniendo por la casa. Todo está tan quieto y tan precario. Parece que la tarde no fuera, o fuera eterna. No hay dentro de un rato, ni mañana.
A veces entramos en estas raras dimensiones de la vida, sin saber cómo, de improviso. Traicionando lo que somos día a día, lo que el tiempo hizo de nosotros.
Y sólo esperamos que sean las cuatro de la tarde para ver a Los pitufos.

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